Charles Darwin
Durante el sigo XIX en Inglaterra, Charles Darwin propuso su teoría de de la selección natural. Despues de todos estos años, dicha teoría ha demostrado y re-demostrado su validez en el campo de la biología. Curiosamente, he estado pensando que su validez se aplica del mismo modo a organismos biológicos, como no-biológicos y dentro de éstos últimos, a las entidades en el ámbito de las empresas tecnológicas. Estas entidades son en realidad macro-organismos que empiezan su existencia en algún momento, cuentan con una conducta y características para sobrevivir en el ambiente al que pertenecen y, al igual que su contraparte biológica, tienen que competir con otros seres por una cantidad limitada de recursos, así como un ambiente que puede presentar cambios tan radicales como lo fueron la temperatura, el oxígeno o las glaciaciones.
Un ejemplo típico de la evolución de los seres tecnológicos se puede ver en la historia de la empresa Netscape Communicator por allá por los años 90’s con su navegador de Internet, Netscape. Esta compañía apareció en un ambiente donde pudo crecer libremente con su modelo de free downloads, hasta que otros organismos desarrollaron mejores características en un ambiente diferente -digamos por ejemplo la predominancia del sistema operativo Windows dando el IE gratis-. Dichos rivales acabaron adaptándose al ambiente de una manera más efectiva, lo que acabo extinguiéndo al Netscape Navigator de dicho ecosistema. Por supuesto, dicha extinción no se dió sin antes haberse reproducido, dejado sus genes en la inteligencia colectiva y de haber dado pie a múltiples especies que co-existen hasta nuestros días como el Microsoft IE, Google Chrome, Apple Safari, Mozilla Firefox, etc.
Además de los navegadores de Internet, hay otros muchos ejemplos tecnológicos más como el de los motores de búsqueda, las computadoras personales, los sistemas operativos, las aplicaciones P2P y más recientemente, las redes sociales. En todos estos ejemplos, han habido empresas y productos que aparecen, se adaptan, mutan, evolucionan, algunos se extinguen, pero dejando siempre su ADN por ahí, latente para re-aparecer revitalizados o modificados cuando el ambiente -y su capacidad de adaptación-, lo permita. Un caso muy particular de adaptación múltiple se puede ver en compañías como Apple que, habiendo surgido en el nicho de las computadoras personales y llegado a dominarlo en algún punto de la historia, fue substituida por IBM y después muchas otras compañías que supieron evolucionar y adaptarse mejor a su ambiente. La parte interesante es que, para sobrevivir, la entidad Apple tuvo que usar su ADN (el cromosoma Jobs) para hacer un cambio tan radical como hace tiempo lo hicieron los primeros seres que dejaron el mar para aventurarse en la tierra firme.
No quiero decir con lo anterior que la evolución ha terminado ahí, ni muchísimo menos: la evolución continúa generando relaciones simbióticas, cadenas alimenticias y complejos enramados de ecosistemas que se adaptan poco a poco a medida que esta “vida” no-biológica trata una y otra alternativas, refinandose en cada iteración por las leyes de la selección natural que el buen Charles Darwin escribió con gran habilidad hace dos siglos para seres que entonces, ni siquiera existían en un reino paralelo al de la vida.
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